La integración social en los centros educativos es uno de los avances más importantes que ha tenido la educación a lo largo de las últimas décadas. El punto de partida de estas políticas se ubica en la publicación del informe Warnock en el año 1978. Este documento fue elaborado por la Comisión de Educación británica y supuso un cambio trascendental. Porque logró acercar la educación pública a las personas con necesidades especiales. En esta entrada trataremos de reconocer cuáles son las funciones de la integración social en los centros educativos. También haremos énfasis en los y las profesionales de este sector que tienen un papel cada vez más importante.

La integración social en los centros educativos: una perspectiva socioeducativa

En primer lugar, es necesario establecer la perspectiva desde la que ejerce sus funciones la integración social. El informe Warnock presenta dos fines principales:

  • El aumento de conocimiento que la persona tiene del mundo donde vive.
  • Proporcionar al sujeto de independencia y autosuficiencia.

Se observa con claridad el carácter bidireccional de la integración social que centra sus esfuerzos en la pedagogía y en la relación del alumnado con la sociedad. No obstante, esa relación del alumnado con necesidades especiales respecto a la sociedad ha pasado por distintas etapas:

  • Segregación: creación de grupos con los que se trabaja de forma personalizada y externa a la sociedad.
  • Integración: se incorporan esos grupos en la sociedad y aparentemente los objetivos son los mismos que los del modelo de inclusión. Sin embargo, el modelo de integración se centra en la discapacidad, la educación especial y se centra en el alumno. Ese enfoque persigue que sea el alumnado con capacidades diferentes el que se deba adaptar al grupo mayoritario.
  • Inclusión: desde que entrase en vigor la ley educativa LOMLOE en enero de 2021, el modelo inclusivo recuperó todo lo que había perdido con la ley Wert de 2013. Esta ley establece un plazo de 10 años a las escuelas para hacer efectivo el derecho «a una educación inclusiva y de calidad». Eso significaría una revolución del sistema educativo con el fin de que el alumnado pueda aprender, participar y progresar unido en las mismas aulas. La inclusión, de esta manera, tiene como horizonte que la atención educativa sea personalizada por las diferencias de cada alumno. Pero unida en los espacios físicos y en los contenidos impartidos. Además, la inclusión no se centra únicamente en el alumnado con capacidades diferentes. También tiene en cuenta otros aspectos como el origen del niño, la cultura de su familia o su nivel de la lengua en la que se imparten las clases.

Acciones de la integración social en el aula

Con esa perspectiva, ¿qué se puede hacer en el aula desde la integración social bajo la perspectiva de la inclusión?:

  • Intervenir con los alumnos para que adquieran habilidades de autonomía personal y social.
  • Contribuir a la comunicación del alumnado con lo que le rodea. Siempre teniendo en cuenta que debe ser el alumnado el que tenga un rol activo en la construcción de esa comunicación.
  • Actuar en la resolución de posibles conflictos mediante la mediación, el análisis o la toma de decisiones.

Esas acciones deben ser incorporadas a un proyecto del centro que esté coordinado con el resto de profesorado, el AMPA y otros profesionales como pueden ser los Servicios Sociales dado el caso. Además, su labor no acaba en la puerta del centro. También debe participar en el entorno del alumnado generando actividades extraescolares que beneficie al alumnado con necesidades especiales.

Por lo tanto, la tarea de la integración social en los centros educativos es algo parecido a la función de una bisagra. Una conexión entre el desarrollo normal de las clases y las circunstancias personalizadas del alumnado. Sin olvidar uno de sus grandes desafíos: evitar que el alumnado diluya sus condiciones para formar parte de un comportamiento general.