Las expediciones científicas supusieron uno de los avances más trascendentales de las civilizaciones humanas. En un mundo como el de hoy marcado por un interés colectivo en la ciencia, nos parece mentira que no pudiera ser de otra forma. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVI cuando las potencias imperiales empezaron a realizar expediciones científicas. Ya te contamos en una entrada anterior la fuerza que tiene el viaje a la hora de generar proyectos educativos. Y hoy queremos surtirte de información para tus clases. Así que agarra tu brújula, tu astrolabio y tu cuaderno de bitácora porque comenzamos la expedición.
Los motivos que dieron luz a las expediciones científicas
Habitualmente, si pensamos en las expediciones científicas, puede ser que las relacionemos con la llamada era de la Ilustración. El impulso científico y técnico producido por esta época derivó en la puerta en marcha de varias expediciones a los puntos más distantes de Europa. No obstante, los primeros viajes científicos se produjeron a cargo del Imperio Español y fue tras la llegada a América. Las civilizaciones más estables y poderosas de su época, como el Imperio Romano o la Antigua Grecia, nunca emprendieron este tipo de expediciones. Eso sí, gracias a la labor de la humanidad en áreas como la ingeniería náutica, la astronomía o las matemáticas, estas expediciones científicas acabaron siendo posible.
Lo cierto es que el interés suscitado por el descubrimiento en Europa de que existía un continente inexplorado generó una atracción en la comunidad científica del momento. En un inicio, las expediciones científicas se mezclaron con la actividad de la Corona Española en la conquista del nuevo continente. Poco a poco, la inclinación científica acabó adueñándose de estas empresas. Algunas de las primeras expediciones científicas fueron las siguientes:
- Sumario de la natural historia de las Indias: ese fue el nombre de la publicación derivada de la expedición a cargo de Gonzalo Fernández de Oviedo. Constituyó la primera historia natural original imprimida en todo el mundo y se centró en conocimientos sobre navegación, fauna terrestre, aves, insectos o flora.
- «Primus circumdedisti me»: esta famosa leyenda fue otorgada a Juan Sebastián Elcano por ser el primer navegante a mando de una expedición que dio la vuelta al mundo. Esta empresa, histórica en sí misma, también sumó una colección de todo lo que encontraron a su paso.
- El encuentro de la Antártida: fue el español Gabriel de Castilla quien tuvo conocimiento documentado del continente de la Antártida.
El florecimiento de la ciencia en los viajes
Estas primeras expediciones marcadas por el interés en nuevas tierras fueron transformándose en viajes por motivos puramente científicos. El rey Felipe II fue el primer monarca español que consideró la ciencia como una de las herramientas necesarias para que el imperio hispánico se mantuviese. Por ese motivo, creó un cuerpo de científicos a su servicio. Entre ellos había ingenieros, arquitectos, cosmógrafos, pilotos, cartógrafos, médicos y boticarios. De ese interés se desprende la primera expedición científica íntegramente de la corona española. Fue a cargo de Francisco Hernández, quien estuvo viviendo siete años en tierras de América para investigar las plantas medicinales, sus propiedades y la forma de recolección. Gracias a esta expedición, en Europa se conocieron plantas y frutos como la piña, el grano de cacao o el maíz.
La corona española abandonó su interés por las expediciones científicas que tuvieron una nueva época de esplendor en el siglo de las Luces. Entre las expediciones científicas más importantes se encuentra la realizada por astrónomos y geógrafos pagados por la corona francesa para medir la redondez de la Tierra. Y, por supuesto, las famosas exploraciones del navegante británico James Cook que supusieron un gran avance en el conocimiento cartográfico de las actuales Canadá, Australia y Nueva Zelanda. La botánica fue ganando peso en los propósitos de las expediciones científicas. Destacó la liderada por el español José Celestino Mutis que duró 34 años y abarcó 8.000 kilómetros cuadrados en torno al río Magdalena. En ella se describieron las propiedades del árbol de la quina, un agente muy útil contra la malaria.
Como habéis visto, en estas expediciones se ponía en el mismo barco conocimiento sobre historia, ingeniería, geografía, botánica o el mundo animal. ¿Os imagináis todo lo que podéis trabajar en el aula rememorando una de estas hazañas? ¡Esperamos que lo hagáis!
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