Salimos a la calle y tenemos un plástico en las manos y una misión: tirarlo a la basura. No será por falta de lugares. Los contenedores están por todas partes. Aparecen diseminados por las calles de las ciudades, pueblos y hasta carreteras. Se han convertido en un espejo de lo que somos. De alguna forma, lo que hay en su interior es nuestra vida y desechos. Pero eso significa que en ellos se aloja aquello que hemos sido en algún momento de nuestra vida. Ya sea en el pasado más reciente, como los restos orgánicos, o durante mucho tiempo, como este plástico. Buscamos el contenedor amarillo, lo abrimos y lo dejamos caer. Sin embargo, nos equivocaríamos si pensásemos que ese material plástico se podrá reciclar.
Comencemos por su inicio. La historia del plástico ha sido meteórica, como podemos ver en la infografía que acompaña este texto. Se estima que hasta el día de hoy se han producido 8.300 millones de toneladas de plástico en el planeta. Y eso, contando que el plástico se utiliza únicamente desde hace unos 70 años. La consecuencia de esta producción exagerada de plástico es la contaminación de tierra, mar y aire. Una polución masiva y uniforme que afecta a todos los seres vivos del planeta. La causa de esa polución es la división del material en nanopartículas que se esparcen por todos nuestros entornos. Como si se tratase de una lluvia plástica para la que no existen paraguas.
El plástico: un reciclaje especial
No existen paraguas porque no somos capaces de reciclar la mayor parte del plástico. ¿Cuántas veces no hemos pensado que el simple hecho de utilizar el contenedor amarillo para plásticos nos exime de su contaminación? La realidad es mucho más compleja. En primer lugar, existe una guerra de cifras:
- Organizaciones medioambientales como Greenpeace afirman que de todo el plástico que llega a las plantas de tratamiento sólo se recicla el 25%. El resto del plástico se quema o va al vertedero.
- La organización responsable de la gestión del plástico en España, Ecoembes, sitúa el reciclaje en un 78%.
Pero, ¿cómo surge esta divergencia? Sin entrar en los intereses de cada organización, existe una realidad científica. Los plásticos se dividen en varias categorías y algunas de ellas no se pueden reciclar. Veamos cada una de ellas y aprendamos cómo gestionar nuestros plásticos.
Tipos de plástico: los que se pueden reciclar y los que no
Existen siete tipos de plásticos dependiendo la resina sintética utilizada para su composición. Cada una de las categorías se identifica con un número que se introduce en el interior del Círculo de Möbius, símbolo internacional del reciclaje. Vamos a verlos:
- PET: está en la mayoría de las botellas de líquidos. Se identifica con el número 1 y es un material que se recicla fácilmente.
- HDPE: su reciclaje es posible, aunque más complejo que el anterior. Es más resistente y lo encontramos en los tetrabriks. Por eso, las cajas de zumo o leche deben ir en los contenedores amarillos. Que no te confunda el cartón del que también está compuesto. Su número es el 2.
- PVC: plástico poco reciclable y por tanto muy contaminante. Es tan tóxico que no se utiliza para embalar alimentos, sino para tuberías o aislamientos. Y también para tarjetas de crédito, piel sintética o discos de vinilo. Así que, si no quieres un disco dáselo a alguien y no lo tires. Se identifica con el número 3.
- LDPE: es el plástico de las bolsas de congelación o las balsas de basura. Es muy maleable y su reciclaje no es fácil pero tampoco imposible. Viste con el número 4.
- PP: es el plástico que se identifica con el número 5. En las casas lo podemos encontrar habitualmente en los tapones de las botellas, pajitas o fiambreras. Su reciclaje es factible pero no fácil, por lo que se recomienda buscar nuevos usos a estos objetos.
- PS: es el plástico de los envases de comida como las hueveras o el recipiente de yogures. Es difícil de reciclar. Por lo tanto, si puedes elegir entre una bolsa o botella y uno de estos envases, decántate por la bolsa. Su número es el 6.
- Otros: el número 7 identifica a composiciones de plástico extrañas que no se pueden reciclar. Sin embargo, se encuentran en productos muy habituales como biberones, garrafas grandes de agua o discos compactos. Si tienes uno de estos objetos, reutilízalo.
Bajar el consumo y buscar nuevos usos
Nuestra visión de los contenedores es casi mágica. Nos da la impresión de que todo lo que introducimos en ellos se convierte en nuevo objeto sin esfuerzo. Sin embargo, hemos visto cómo el plástico es muy diferente en algunos casos. Está en nuestras acciones la posibilidad diaria de cambiar esa forma de verlo. Porque si pensamos en el plástico de otra forma, seremos capaces de reducir el enorme impacto que produce en el medio ambiente.
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